Viajar a Leticia.
Al llegar a Colombia era de noche. Así que hicimos noche en un hotel de Bogotá muy cerca del aeropuerto porque a la mañana siguiente nuestro vuelo salía a las 5 de la mañana.
Empezamos el siguiente día que fue un caos. Cogimos el avión a la hora prevista dirección Leticia. Al llegar a nuestro destino nos dijeron por los altavoces que el tiempo había cambiado y que no era posible aterrizar, así que nos devolvieron a Bogotá, es decir, un total de 4 horas de vuelo, 2 a la ida y 2 a la vuelta.
Al llegar al aeropuerto El Dorado, Bogotá, llenaron de nuevo el depósito de combustible y volvimos a Leticia, lo que hicieron 2 horas más de vuelo, es decir, en lugar de aterrizar a las 7 de la mañana, eran las 12 del mediodía.
Y para más sorpresas, salimos del avión que nos vinieron a buscar con paraguas porque llovía a cántaros. Lo bueno de las lluvias tropicales es que pronto cambió y salió el sol. En el aeropuerto, Clàudia y su marido nos esperaban para llevarnos al puerto de Leticia dónde íbamos a coger un speed boat a Puerto Nariño, nuestro siguiente destino. Allí empezaríamos un tour de 4 días por la zona Amazónica de Colombia.
Leticia tenía un aire de caribe, con música, ambiente en la calle, colores pero con mucha vegetación. En el puerto hay que ir con ojo que hay muchos locales que quieren llevarte la maleta, pero obviamente te van a cobrar al final. En Colombia siempre siempre debes acordar el precio antes de cualquier servicio.
Leticia es una de las fronteras de Colombia, allí en la zona del Amazonas puedes acceder fácilmente a Brasil y Perú.
Leticia - Puerto Nariño
Al ir a la balsa de la Pirañita dónde íbamos a coger el bote, nos dijeron que el río estaba demasiado bajo y tuvimos que ir a otro puerto andando par acoger una lancha rápida de 2 horas a Puerto Nariño. El viaje en lancha fue agradable, el aire fresquito, las vistas a la selva y al río que encontrabas pequeñas canoas con gente local indígena.
Al llegar a Puerto Nariño conocimos a nuestro contacto del tour y nos llevó a nuestro hotel para la primera noche llamado, Ayahuasca. El hotel eran como cabañas en los árboles y teníamos unas habitaciones literalmente en medio de la selva donde se oían todo tipo de sonidos salvajes.
Puerto Nariño
Nuestro primer contacto con Puerto Nariño fue muy bueno. Francamente, no parecía que estábamos en el Amazonas porque esta zona estaba muy poblada, con wifi, tiendas y demás. En la parte central había un mercado local donde los vendedores ponían música
Después nos pusimos a recorrer con un guía la zona. Conocimos como vivían los indígenas, también la cantidad de fauna y flora que podíamos encontrar en los alrededores. Puerto Nariño era una ciudad inclinada donde vimos diferentes viviendas, muchas de ellas con unas casas pintadas típicas de la etnia. En el mismo pueblo había un hospital y colegio y la verdad que aprendimos mucho de las plantas, su cultura y pudimos ver diferentes pájaros, entre ellos el colibrí.
Cena y caminata nocturna por la selva
A la hora de cenar fuimos a un restaurante del pueblo. En el Amazonas el menú era bastante repetitivo, arroz, legumbres, pescado o pollo y algo de ensalada. Por suerte esa noche había un chico haciendo plátanos rellenos y decidimos probar unos estaban deliciosos.
Después de cenar nos pusimos las botas de lluvia y fuimos a la selva. Con un frontal íbamos caminando y viendo todo tipo de animales, tarántulas enormes, ranas venenosas y otras que no lo eran, insectos palo, mariposas, hormigas, y más y más arañas. Por mala suerte no pudimos ver a la boa, pero la verdad que fue una bonita aventura donde pudimos disfrutar porque vimos mucha fauna.
Isla del Cacao (Perú)
Al día siguiente amanecimos, desayunamos y nos fuimos rumbo a una isla que había justo delante en la otra orilla del río llamada Isla del Cacao y que pertenecía a Perú.
Cruzamos hasta allí con una barca local y al llegar ondeaba la bandera de Perú.
Allí hicimos una ruta por la selva con las botas de agua y pudimos ver aparte de nenúfares enormes y mucha vegetación increíble a los adorables perezosos. Al ir con guías te ayudan a poder verlos y la verdad que son muy graciosos. En nuestro caso nos acompañaban 2 guías.
En la ruta un grupo vio una anaconda, pero justo nos giramos y ya se había ido. También vimos tucanes volando y otros pájaros.
Isla Cacao
Paramos a comer en una de las comunidades de la isla, comimos pescado envuelto en hoja de plátano que aunque estaba muy rico utilizan mucho cilantro y a mí no me gusta nada.
En la zona habitada pudimos ver también una escuela de muchos colore con mensajes en las paredes, y en el restaurante ondeando las banderas de Perú, Brasil y Colombia.
Por la tarde empezó a diluviar y nos fuimos de ruta con el chubasquero de 3 horas aproximadamente para ver el árbol sagrado. Tenía unas raíces enormes y la verdad que el guía un señor mayor al llegar nos cogió en fila de la mano de espaldas al árbol para sorprendernos y lo consiguió.
Canoa por el Amazonas
Por la tarde cogimos una canoa típica del Amazonas al atardecer y navegamos por el río dirección a nuestro siguiente destino, el lago Tarapoto.
El cielo era un espectáculo y ese paseo en canoa fue uno de los momentazos, para mí, de este viaje.
El río en esta época el año no estaba muy alto, pero aun así lo pudimos hacer todo. El paseo fue un total de 2 horas donde pudimos ver delfines rosas de río. Nunca había visto esos delfines, muy diferentes, sobre todo en la forma de la aleta. También nos acompañaban un montón de pájaros que sobrevolaban el río en busca de comida, como la garza real.
El recorrido por el río era superrelajante, aunque la canoa olía bastante a gasolina y era divertido porque iba entrando agua, aunque nunca se hundía, pero veías al chico que la llevaba, el Piraña, que iba sacando cubos de agua de la parte trasera.
Al llegar al lago el atardecer tenía unos colores impresionantes, y justo vimos a una pareja bañándose, aunque nos habían dicho que en la orilla hay pirañas y obviamente el lago está en contacto con el río, con lo que no nos hizo mucha gracia bañarnos.
Nos acercamos a la pareja para conversar y allí conocimos a Oximan un chico de la tribu Tikuna, hablando con él casi y me tiro al agua, pero pensé que quizás esa agua podía reaccionar mal a mi cuerpo, así que me quedé en la canoa.
Al ir hacia el hotel uno de los peces saltarines nos saltó dentro de la canoa y la verdad que fue un momento de muchas risas.
Los caimanes negros
Antes de ir a cenar fuimos a ver caimanes negros. Con las luces veías los ojos rojos en las orillas del lago. En una ocasión nos acercamos y el Piraña cogió uno muy pequeño para poderlo ver e incluso tocar antes de devolverlo a tu hábitat natural.
A la hora de cenar fuimos a la comunidad de Santa que al estar bajo el nivel del agua para llegar tuvimos que pasar por una zona resbaladiza de barro y subir por una zona bastante empinada con las maletas, una verdadera aventura.
Después de cenar preguntamos si había algún sitio de acceso más fácil a la comunidad, pues nuestra conversación en el lago hizo que no tuvimos tiempo de ir al campamento antes.
Cabaña Capinuri
Nos alojamos con Miguel en la cabaña Capinuri a orillas del lago Tarapoto. La verdad que la cabaña estaba muy bien, una cabaña de madera diseñada y hecha por él mismo con un dormitorio común y otras habitaciones de matrimonio.
Las escaleras para llegar a la habitación eran más altas de lo normal, pero las vistas al levantarse eran un sueño.
A la mañana siguiente, con un paisaje de niebla en el lago, había un porche donde tomamos un café y había hamacas para relajarse. Realmente un despertar poco común en un sitio muy especial en el que me habría quedado más tiempo. El único pero es que las comidas las teníamos que hacer en otra comunidad.
Santa Clara
Al hacer la cena y el desayuno en esa comunidad a la mañana, después del desayuno, la visitamos. Las típicas casas indígenas con la ropa tendida llenaban la mayor parte de la comunidad. La vegetación y las vistas al lago eran increíbles.
También me llamó la atención los baños que estaban en unas cabañas de madera altas, y las zonas comunes donde hacían grupo como la zona de la cocina con un fuego grande donde hacían la pasta de yuca, o como un centro cívico que era una cabaña solo con techo donde hacían las reuniones de la comunidad.
La gente era superamable y su forma de vida les daba mucha felicidad. Al llegar también vimos como lavaban la ropa en el lago y cientos de mariposas.
Pescando pirañas
El viaje de vuelta a Puerto Nariño empezó, pero antes hicimos l'actividad de pescar pirañas.
El Piraña nos dio una caña de bambú y nos enseñó a poner el pescado para atraerlas y como al picar con fuerza y rápidamente quitarlas del agua. Él pescó una a la primera y nos mostró como era la piraña que tengo que decir que no eran muy grandes y los dientes que me impactó porque nunca había visto ninguna.
Al tocarnos el turno para mí fue muy difícil, se comían el cebo y no conseguíamos pescarlas. Él que vio que nos resultaba difícil nos llevó a otra zona, justo a la entrada del lago, y allí finalmente si conseguí pescar una piraña y otro pez diferente. El viaje de vuelta también fue de lo mejorcito de la zona.
Mocagua
Nuestra última parada fue Mocagua, una isla local donde nos alojamos en una cabaña ara nosotras solas en medio de la selva. Fue espectacular, a mí personalmente me encantó ese sitio, y a la mañana vino el propietario (Jhon) y una chica y nos prepararon el desayuno allí mismo.
Veíamos el amanecer desde la mesa y fue precioso.
En Mocagua fuimos a ver la Fundación Maikúchiga en la cual protegen diferentes especies de simios víctimas del tráfico.
La comunidad en Mocagua era bonita y se respiraba aire sano. Antes del precioso atardecer fuimos a aprender artesanías de la zona.
De vuelta a Leticia
Nos volvimos en el speed boat a Leticia. En el viaje vi a un abuelo y a su nieto de lo más adorable, tuve que tomarlos una fotografía que recordaré toda la vida. Al llegar nos esperaban unos chicos para ayudar a llevar las maletas porque el río había bajado aún más y en la zona del Puerto de Leticia es que directamente no había agua.
En Leticia habían construido nuevos puentes para cruzar la zona de barro que quedaba y nos dimos una vuelta por el mercado local que aún no lo habíamos hecho. Fruta por todos lados y unos curiosos y asquerosos gusanos que la gente como y que según ellos saben a coco. Obviamente no los probé.