En un principio no teníamos intención de pisar Bora Bora, pues creíamos que era un destino de luna de miel, pero estábamos equivocadas. Después de conocer tanta gente viajando sola por Polinesia y recomendarnos enormemente visitarla, lo hicimos. Y menos mal, porque sí, es un must de estas islas de la Polinesia.
Cogimos el ferry desde Huahiné con parada en Raiatea y Tahaa. Después de 3 horas ya se veía la peculiar silueta de Bora Bora entre los azules del océano. Nos alojamos en la zona central de la isla porque en los motus (zona donde están los resorts) hay algún alojamiento barato, pero estás aislado y necesitas una barca para cruzar.
Los diferentes azules del mar en Bora Bora es un verdadero espectáculo de la naturaleza, y es maravilloso. Yo nunca había visto un azul así. Y además, con el sol era perfecto.
Una de las cosas que me sorprendió de esta isla es la cantidad de hoteles abandonados que hay. Eso no me lo esperaba, hay muchas villas sobre el agua que están cayéndose a trozos y la verdad es que es una pena. Según nos contaron en Moorea los 10 primeros años de negocio no se pagan impuestos y muchos, una vez pasados, estos 10 dejan los hoteles porque no los pueden asumir.
Nos alojamos en estos sencillos bungalows que no eran baratos, pero necesitábamos algo un poco estable después de los últimos alojamientos.
El sitio, la verdad que está poco cuidado, en nuestra cocina no funcionaban todas las luces, había un cristal agrietado en el baño, pero la zona de la piscina infinita al mar era muy bonita.
El personal del hotel me sorprendió para mal, pues no nos ayudaron y las formas de tratar no eran nada hospitalarias, así que solo por eso no volvería.
La ubicación está bien, aunque si quieres una zona con más ambiente, la playa de Matira es perfecta.
Matira beach es la playa pública de Bora Bora y tiene un azul, que ni en mis sueños hubiera imaginado. Es verdaderamente una maravilla y la verdad es que puedes tomar el sol, hay sombras, puedes hacer snorkel, es una zona espectacular. La playa es arena blanca y puedes recorrerla toda andando. Hay una zona más virgen con la playa y palmeras que es muy bonita y también merece la pena pasar un tiempo allí.
También hay varios chiringuitos donde puedes tomar un coco u otras bebidas y comer alguna cosa.
En Matira también hay varios restaurantes que, si estás alojado en otra zona de la isla, ellos mismos te vienen a buscar al hotel y te traen de vuelta.
Hay muchas pensiones si haces la opción low cost que no tienen piscina ni nada, así que esta playa es una buena opción a tener en cuenta en tu visita.
Hicimos el tour de día completo por la laguna de Bora Bora con Bora Bora Lagoon Trips. Es muy recomendable, ya que de principio a fin todo fue genial con ellos. Fácil de gestionar la reserva, te vienen a buscar al hotel y te llevan de vuelta y son muy simpaticos.
Es un pequeño negocio familiar, a la llegada te esperan con música local al son del djembe y el ukelele. El fundador es el señor mayor que toca el djembe y es de lo más entrañable. Al subirnos a la barca y durante todo el trayecto nos tocaban música local de Bora Bora combinada con versiones al estilo polinesio de canciones que nosotros también conocíamos como Stand by me.
La barca con la que navegamos estaba decorada con flores y motivos típicos de la zona de la polinesia.
Los hijos que nos acompañaban eran los guías, se tiraban al agua con nosotros y eran unos showmen. Nos mostraron el típico bañador polinesio.
También conocimos una pareja que estaba en los 70 y estaban de luna de miel. Se habían casado hacía 2 meses y era el seguno matrimonio para ambos, decían que nunca es tarde para enamorarse porque ellos estaban viviendo intensamente y dulcemente este momento.
Paramos en diferentes puntos para hacer snorkel. El primero fue el coral garden, un jardín de coral con muchos peces de colores. En el fondo había escrito con corales rotos: "I love Bora Bora." Seguís siendo increíble porque realmente hay mucha fauna y me encanta estar entre los peces.
Nos subimos y el siguiente punto fue manta point. Se me puso la piel de gallina, nunca había visto un ejército de mantas como el que vi.
Me encantó la experiencia de ver tantas mantas estilo leopardo por sus manchas, entre ellas dos babis jugando, persiguiéndose y abrazándose. Me habría quedado más de los 20 minutos que estuvimos, aunque hay que nadar con ellas porque se van.
Otro punto vimos a la manta grande de 5 metros de ala a ala increíble y preciosa. Impacta verla tan grande.
Otra parada fue el shark point. Al igual que en Moorea vimos tiburones de punta negra y mantas, pero con las maravillosas vistas de Bora Bora porque la verdad es que la forma de la isla es preciosa.
Una cosa que me dio un poco de respeto es que aquí había muchos más tiburones que en Moorea y también eran más grandes, así que te encontrabas de golpe rodeada de 8 tiburones y la situación impactaba un poquito…
Las mantas, por otro lado, eran un poco más tímidas allí y nadaban más por el suelo que subían. Aun así había un que era enorme y también me impactó, pero con ese azul era increíble. ¡La verdad es que estar en Bora Bora es la auténtica definición de entre azules, nunca había visto ese color de agua, sencillamente ESPECTACULAR!!!
Paramos a comer en el Motu donde pudimos observar las vistas a la isla principal.
¡La comida era buenísima! Servida en unos platos de palmera y cocos, degustamos arroz, batata, yuca, pollo y pescado a la barbacoa con una salsita riquísima, pan de coco, buñuelo de plátano, el tradicional pescado crudo con leche de coco, parecido a un ceviche, fruta y un postre muy dulce de fruta en almíbar y leche de coco. Todo estaba muy bueno y disfruté muchísimo con esa comida, aunque había un montón.
Comíamos en unas mesas con vistas a la isla y a la piscina natural donde antes tenían tortugas, pero decidieron devolverlas al océano. Había playas paradisiacas en el motu y la verdad es que para mí es un must en esta experiencia.
Al tratarse de un tour, como en todos los tours para turistas, nos hicieron después de comer un show de pareo, donde nos enseñaron 5 formas de ponerse el pareo si eres hombre y 5 si eres mujer. Francamente, me sorprendió porque había algunos muy bonitos, unos pantalones de chico y un dos piezas de chica. El chico hacía hacer desfilada de modelos, mientras el fundador, el señor mayor, nos tocaba música tradicional.
También hicimos coronas con las hojas de palmera y le pusimos florecillas. Me ayudó uno de los chicos del motu y quedó preciosa, aunque donde había las flores tenían a su animal doméstico, un cerdo enorme que daba miedo.
Después y por último, nos hicieron el show del coco. Nos enseñaron a identificar cuando un coco estaba listo para comer, cuando uno había germinado y, por lo tanto, al abrirlo estaba lleno de una carne con sabor a coco y textura de marshmallow, y la verdad es que estuvo bien.
También nos hizo una demostración de cómo abrir y partir un coco. Cabe decir que para nosotros en la playa era muy difícil y para ellos no, porque tienen unas herramientas específicas aunque sencillas que les ayudan a abrir los cocos: una es para quitar la corteza y la otra para si se desea hacer leche. Rasparon un poco de coco y cogiendo esas migas, las apretamos con el puño y salió una leche riquísima de coco. Así que estuve otro día feliz comiéndome un coco.