Le Pointe Saint George
Llegar a Le Pointe Saint George fue un camino super bonito entre una sabana espectacular, llena de acacias, baobabs y mucha tierra. Parecía que no había final y en la punta del todo tocando el mar allí estaba ese pequeño paraíso, una de las zonas más vírgenes que habíamos visto hasta el momento.
La verdad que fue gracioso porque al llegar, había al final del camino un stop sin ningún tipo de cruce ni nada y no le vimos el sentido, pero allí estaba. Al aparcar, porque en el pueblo solo puedes pasar a pie o en moto, vimos los pescadores saliendo con gambas frescas y ya nos hicimos una idea de lo bien que íbamos a comer allí.
Le Lamantine
En este paraíso nos alojamos en el campamento Le Lemantine que estaba a primera línea de mar y había unos pequeños bungalows sobre la arena del mar, todo en color azul turquesa que le daba un rollo muy simpático.
El alojamiento era sencillo y muy auténtico. Al tratarse de una zona tan virgen no había mucha electricidad y funcionaban con placas solares. La única zona donde podías cargar el móvil era en la cocina y allí los cargamos todas.
Las personas que trabajan en el campamento son familia de Pierre y la verdad que nos trataron muy bien y era muy simpáticos.
La verdad que con el calor que hacía y al tratarse de mediodía nos apetecía mucho estar en la playa.
Cuando llegamos a Le Pointe Saint George, la marea estaba alta y quedaba poco espacio para poner la toalla. Al ser una zona virgen tuvimos que barrer un poco la playa de hojas y cocos para poder ponernos.
La verdad que se estaba superbién, y además el agua estaba perfecta de temperatura, no era un agua muy limpia, pero tenemos que recordar que es el mar que se junta con el río. Sentadas en la arena vimos al fondo algo que salía del agua y nos dimos cuenta de que eran delfines, así que pedimos a los del alojamiento si nos podían llevar a verlos de cerca con la barca a buen precio.
Excursión para ver delfines
Nos subimos todas a la barca y bajo un sol muy potente fuimos dirección a donde se veían los delfines.
La verdad que al llegar fue increíble porque había muchos delfines, y miraras donde miraras siempre veían a alguno saltando, algunos jugaban de 2 en 2 fue mágico.
¡Cuando ya llevábamos unos minutos con ellos, empezaron a interactuar con nosotros y se acercaban mucho a la barca y saltaban cerca de nosotros para que los viéramos bien, parecía un espectáculo de delfines para nosotros, pero en su hábitat natural y de forma libre, lo cual fue maravilloso!
El sueño de comida en Le Lamantine
Al volver a la playa porque el sol ya nos estaba chamuscando, la marea empezaba a bajar y nos regaló unos paisajes preciosos con las canoas. Era la hora de comer y la verdad que en Le Lamantine comimos increíblemente bien, todo producto fresco de km 0 y hecho desde cero.
Para comer primero de todo tomamos una cervecita fría que nos sentó de maravilla en el porche frente al mar.
¡Después nos trajeron unos gambones enormes (parecían langostas pequeñas) con una salsa tipo mayonesa con ajo que era un manjar muy bestia! Y para seguir arroz con pescado y verduras.
Era curioso porque el menú siempre era el famoso "arroz con pez" pero todos eran pescados diferentes y los cocinaban diferente. Esta deliciosa comida nos la hacían Juliette y Josephine que las podéis ver conmigo en la foto.
Estuvimos por la tarde hablando con las dos hermanas y fue un momento muy bonito. Además, las ayudamos a preparar la cena que como podéis ver empezaba picando la mostaza y la pimienta para hacer la salsa de las gambas.
Su vida era sencilla, pero así eran muy felices. Una familia unida con un negocio local. El alojamiento en medio de la sabana significaba que había animales, yo por la noche me encontré una araña enorme en mi cama y algún que otro ratoncito de bosque.
Escalar un baobab
Por la tarde, cuando el sol bajo porque hace mucha calor, fuimos sabana adentro dónde hay un baobab que se puede escalar pagando un pequeño precio.
La verdad que está en medio de la jungla y tienes que ponerte el arnés y te atan para subir. La escalera es de infarto, no apto para gente con miedo a las alturas o vértigo.
Eso sí, las vistas desde la cima del baobab, donde hay una plataforma de madera, son de infarto, y el atardecer desde allí fue espectacular.
La altura que subir es de unos 25-30 metros para poder ver toda la sabana perfectamente.
Despertar allí...
Despertar en esa zona era precioso. Por la mañana, la marea estaba muy baja y podías pasear tranquilamente por la playa hasta la plataforma donde podías ver a los manatíes en la costa. Esa plataforma se tiene que pagar por subir, pero si quieres desde la playa también los ves. No se ven del todo, simplemente ves como sus cuerpos van saliendo a la superficie, y hacen como una ola y vuelven a sumergirse.
Me sorprendió gratamente la cantidad de fauna que hay en esa zona, nunca me había imaginado ir a Senegal y poder ver delfines por ejemplo o manatíes.
Pasear a esas horas por la playa daba tranquilidad y fue perfecto para coger hambre y desayunar el famoso desayuno senegalés: pan con mantequilla y mermelada.