Bienvenidos a Seul
Para llegar al hotel donde íbamos a pasar la noche fue una odisea y es que hay muy poco inglés en Seúl, sumado a que nuestro GPS no ponía los nombres en coreano, así que fue todo complicado.
Finalmente, lo conseguimos y el metro era superlimpio, lleno de espejos por todos lados y al llegar a la estación donde íbamos nos encontramos unas esculturas del escultor catalán Jaume Plensa que me encanta y tiene por todo el mundo.
Otra cosa que me llamó la atención fueron los billetes siempre que viajo, me encanta mirarlos y ver lo diferentes que son y personajes o animales que aparecen en ellos.
Starfield Library
Una de las cosas que me apetecía ver en Seúl es esa librería infinita dentro de un centro comercial que no está precisamente en el centro de la ciudad. Al llegar allí, ¿sabes esa sensación que te da un movimiento en el estómago y dices wow? Pues eso fue lo que me paso. Era enorme y la estantería central era infinita, hasta las escaleras mecánicas parecían bajitas a su lado. Me fijé bien, y a partir de un piso concreto los libros no eran libro, pero da igual porque era superbonito me la recorrí entera y me podría haber estado allí consultando libros un día entero.
Dentro del café había una cafetería que está por todo el mundo y tienen un café muy bueno que estaba deseando probar. Se llamaba Arabica coffee y tengo que decir que sí, el café es riquísimo y el diseño de la cafetería me fascino muy minimalista y en blanco. Muy recomendable cogerte el café mientras lo saboreas, jugando a bajar las escaleras, ojeando libros, sentándote en los espacios destinados a eso... en fin repetiría sin duda.
Templo Bongeunsa
Justo al lado de la librería había este templo budista que no dudamos en visitar.
Era muy grande, había un buda enorme en el centro y al rededor entre jardines los diferentes edificios tradicionales de oriente. También había montones de farolillos de colores con mensajes, otros de color blanco y en las partes interiores que podías entrar eran increíbles porque había hasta el más mínimo detalle.
Hacía un calor indescriptible y fuimos bajando al templo y las vistas eran muy bonitas porque conforme bajabas te dabas cuenta de que es una ciudad mixta entre la arquitectura tradicional y la moderna y eso a la vez es muy bonito.
Metro y comida en Seùl
Las estaciones de metro en Seúl eran superinteractivas, vimos una que era como entrar al futuro, lleno de pantallas con un montón de fondos diferentes, había uno que representaba el fondo del mar, y nos condujo a una sala que al llegar vimos el Taj Mahal en 360 grados y era como estar en India, una locura.
Nos dirigimos a la zona del Palacio de Gyeongbokgung y antes paramos a comer justa al barrio de al lado. Probamos la comida coreana, que la verdad no sé exactamente que era, pero estaba rica, unos noodles con algas y una salsa de tomate picante y huevo y también probamos una carne de cerdo que nos recomendaron que era típica y estaba muy buena.
Tiendas coreanas
Después de comer, de camino al palacio, había tiendas con los trajes tradicionales porque es típico alquilarlos para visitar el palacio, pero entre estas tiendas encontramos una de muy divertida donde te podías disfrazar, entrar en unos probadores que eran un fotomatón y tomarte fotos divertidas.
Obviamente, lo vimos y sin dudarlo nos pusimos todos los complementos y entramos juntas en el fotomatón donde nos reímos un montón porque apenas cabíamos y nos queríamos ir cambiando los complementos.
También había un montón de espejos y tocadores y solo pagas la foto a precio normal.
El Palacio de Gyeongbokgung
Nos dimos cuenta de que teníamos esta escala en Seúl 2 días antes de ir. Por lo que marcamos el itinerario prácticamente sobre la marcha. Vimos que uno de los puntos vamos para ver era este palacio, el de Gyeongbokgung.
Solo en la entrada ya te dabas cuenta de que era enrome. Pagamos la entrada y entramos e imaginaros si es grande que literalmente nos perdimos, hay muchísimos edificios tradicionales, mucha gente va vestida con el traje coreano y una familia me pidió una foto y eran todas superbajitas.
Gyeongbokgung fue el palacio principal durante la dinastía Joseon y tenía más de 600 años. Entrar allí te teletransportaba al pasado y más viendo que los visitantes se vestían de la época. En el centro había unos jardines preciosos con una pagoda entre la vegetación y un lago en medio.
Pasamos un par de horas, pero realmente puedes estar muchas más y cogerte un guía para que te cuente todos los secretos del lugar.
Barrio Sejong y Mugyo
El atardecer lo pasamos paseando por Seúl, entre el barro delimitado por las cales de Sejong y Mugyo, y la verdad que era sorprendente la cantidad de rascacielos de esa zona. Dejábamos el palacio atrás y de golpe parecía que estábamos en el futuro, los contrastes de esa maravillosa ciudad.
Había muchos callejones llenos de carteles luminosos con el alfabeto coreano que por cierto también estaba en las indicaciones de la calle, pero no entendíamos nada. Había muchos restaurantes que se veían superbonitos y que me hubiera encantado poder estar más días para probar.
Myeongdong
Por la noche el ambiente estaba en Myeongdong. Una calle llena de puestos de comida callejera con cosas superraras, también era mercado, vendían todo tipo de cosas y estaba rodeada de tiendas y cafeterías del futuro con robots, animalitos de estos frikis de Japón, por eso decía que me recordaba mucho a Japón.
Para cenar nos apetecía probar la famosa barbacoa coreana. Había muchos locales, así que decidimos entrar en uno del barrio cuyo nombre no recuerdo y la verdad es que es poco más caro, pero esa carne era espectacular, supertierna y estaba superbuena. Te la llevan y tú mismo te la cocinas en la mesa, sin duda deliciosa y muy recomendable.